Walton, el político que se reinventó - El Sur Acapulco suracapulco I Noticias Acapulco Guerrero (2023)

Walton, el político que se reinventó - El Sur Acapulco suracapulco I Noticias Acapulco Guerrero (1)

Aurelio Peláez

En 1988, que fue un parteaguas para el país, con el primer desafío a la Presidencia del PRI, también lo fue en la vida de Luis Walton. Quien había sido abogado y socio de la familia del ex presidente Miguel Alemán y de los Azcárraga –resolvió el conflicto por la construcción del Estadio Azteca con el ejido de Santa Úrsula– cedió a incursionar en la política a la usanza tradicional, con base en las relaciones de poder y los arreglos entre grupos:
–Ya está –le dijeron al también ingente empresario, próximo a cumplir los 39 años –vas a tomar protesta a Chilpancingo como candidato a diputado federal por el distrito 04 de Acapulco.
La mañana de ese día, presto a entrar al edificio del PRI, acompañado de un grupo de amigos, un integrante de la dirigencia lo abordó.
–Ya ni te acerques, la candidata va a ser Lupita (Gómez Maganda) –quien había sido impulsada por el candidato presidencial del PRI, Carlos Salinas de Gortari, aunque también era cercana a la familia del ex presidente Miguel Alemán.
Eran los tiempos en que el “partidazo” de Estado ganaba todas, y que en campañas, más que el debate, se imponían consignas (¡Quién es la más bonitaaaa…! … ¡Lupita!…”), para ganar una elección (mapaches y alquimistas electorales de por medio).
Walton acató con disciplina, desistió de la política, casi en el ostracismo se reintegró a su actividad empresarial (bienes raíces, gasolinerías, la abogacía) de ese Acapulco aún en boom, y dejó pasar la política de largo.

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Poco más de una década después, consolidado ya como uno de los empresarios prestigiosos de Acapulco –destacable en una ciudad con fama de jaberse construido a base de despojos–, con un historial de altruismo y de participación en diversos consejos ciudadanos (hasta el 2002 presidente del Consejo Municipal de Participación Ciudadana en Seguridad Pública en Acapulco, y en 1997 vicepresidente de la Asociación Huracán Paulina AC para la reconstrucción de Acapulco), es tentado para regresar a la política. Lo intenta hacer por el partido que conoce y del que no se había ido, el PRI. En 2002, el partido ya conocía lo que no era tener la todopoderosa Presidencia (la pierde en el 2000 ante el panista Vicente Fox), anuncia que abrirá a la sociedad su proceso de selección de candidatos. Para la de alcalde de Acapulco será una encuesta. Tres años antes, para la selección del candidato a gobernador se optó por la elección interna y casi termina en desastre, con golpizas entre los grupos de aspirantes, robo y relleno de urnas en la votación en donde resultó electo René Juárez ante Manuel Añorve, el favorito del gobernador Ángel Aguirre. René, ahora como gobernador, impulsa de forma precavida la encuesta. Walton se inscribe, con cinco aspirantes más, entre ellos el secretario de Educación Miguel Mayrén, aunque los resultados dan como triunfador a Ernesto Rodríguez Escalona, el amigo del gobernador, entonces secretario de Turismo. La encuesta no da datos, sólo el nombre del ganador ante los participantes. Walton está presente en el anuncio. Se inconforma silencionamente y se retira a su casa, pero ya no de la política. A los pocos meses anuncia que deja el PRI y se hace con la dirigencia de un partido hasta entonces inadvertido en Guerrero: Convergencia, del que será candidato a alcalde en 2002, elección que gana el perredista Alberto López Rosas, quien trabajó años antes en el despacho que presidiera con el abogado Luis Uruñuela.

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En principio dejó pasar la historia, pero al final ya le chocaba. La del niño pobre que se inició a la vida vendiendo pescados en el mercado. Una verdad a medias. Vendía su padre, proveedor –originarios del barrio de Manzanillo, vecinos de la playa–, pero tampoco en un puestito tirado a la calle. En el terreno familiar su padre construyó un hotel. Lo cierto es que hizo toda su carrera en escuelas públicas. La primaria en la tradicional Ignacio Manuel Altamirano, la de calle Quebrada; la secundaria en la 22, la preparatoria en la 3 y Derecho en la UAG, en Chilpancingo, donde promovió como padrino de generación al ya ex presidente Miguel Alemán Valdés. Como dirigente estudiantil se encargó del discurso e inscribió su futuro en la relación con esa familia política.
En el espacio entre egresar de la carrera en 1968 y el parteaguas del 88, Walton trabajó en el Tribunal Superior de Justicia; en 1975 fue asesor jurídico del Consejo Nacional de Turismo en Acapulco hasta 1981 (con Miguel Alemán Valdés como presidente). En 1978 fue nombrado jefe de la oficina federal de Hacienda en Acapulco, hasta 1981.
Después, tomó el cargo como delegado de la Zona Federal de Turismo en el estado hasta 1983. Desde 1987, ya consolidado como empresario, fue consejero de diversos bancos. Creció y cultivó las relaciones políticas del sistema, con el que rompió en el 2002, cuando pasó a ser oposición, en donde invirtió capital propio con miras a ser alcalde de Acapulco, lo que logró hasta el tercer intento, 13 años después, en el 2015.

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Invirtió en una aspiración, que para algunos podría haber sido una obsesión: ser alcalde de Acapulco.
–¿Cuánto se gastó en la primera campaña? –le preguntó este reportero, en los escasos minutos de confianza que le concedió.
–Cinco millones…
–¿De pesos?
–De dólares –se carcajeó.
Fueron cuatro campañas.
Convergencia, el partido fundado por Dante Delgado (ahora Movimiento Ciudadano), sólo recogía los frutos de la franquicia, que fueron muchos, incluyendo las asesorías, que cobraba.
Walton conocía el PRI, el sistema. Sus personajes, su burocracia. Su forma de operar: complicidades, favores, agandalles, tran-sas, corrupción, cinismos, compadrazgos convenencieros. Por qué no reconocerlo, también sus aciertos.
Del espacio al que se integró a partir del 2002 desconocía mucho, sino es que todo. Le costó aprender –sobre todo le costó– de lo que se llamaba la izquierda y la sociedad civil. El PRD, que aglutinaba las izquierdas, en ese periodo al alza con candidaturas ganadoras, no lo necesitaba (el partido había tenido un repunte con Andrés Manuel López Obrador como presidente del CEN). La sociedad civil desconfiaba del empresario con orígenes en el alemanismo. Esa ingenuidad sobre el otro lado de la moneda le costó desengaños: personajes que ungía como candidatos en puestos de elección seguros –regidurías, diputaciones locales– tan pronto en el cargo defeccionaban; una multitud de pseudo líderes haciendo cola en las oficinas del partido ofreciendo “mi gente” para actos políticos, que en cuanto le rasgaban el bolsillo desaparecían, y también, cierta propensión por protegerse en candidaturas con cercanos, sin brillo político y sin capacidad de asegurarle un plus, que después, sin él, fueron nada. Confianzas y desconfianzas, en un partido que dependió de él –sobre todo financieramente– hasta 2019. Ese año decidió iniciar la búsqueda de la candidatura a gobernador (para 2021), esta segunda vez por Morena, partido en el que a pesar de no militar no era ajeno, sobre todo porque era sabido el respaldo que dio desde 2006 al ya para entonces presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en sus campañas para llegar donde ahora está. Y López Obrador, no el partido, es Morena.

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Con Dante Delgado, fundador y dueño de Convergencia, Walton mantuvo una relación de conveniencia. El ex gobernador de Veracruz, ex priista, deja en los liderazgos regionales el crecimiento de su partido, del que nunca pierde el control. No obstante, en 2010 promueve a la presidencia nacional a Walton, uno de los liderazgos con más prestigio en la breve vida de Convergencia. En ese espacio como dirigente, al acapulqueño le toca la transición a un nuevo nombre para el partido, Movimiento Ciudadano, y acceder al Senado en 2011, como plurinominal, cargo en el que permanece poco más de un año. Pide licencia para regresar a contender por la alcaldía de Acapulco, esta vez en alianza con el PRD, partido que se negó a hacerlo tres años antes, pues lo manejaba a su antojo el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo (2005-2011), en otro de los desencuentros en la vida política de Walton.
De Walton, Zeferino recibió respaldo también en sus tres intentos por ser alcalde, y en la búsqueda por la candidatura a gobernador, con el registro del PRD, en 2005. Hubo incluso intervención del abogado Walton para una reconciliación familiar en la familia de Torreblanca, se comenta. Tan pronto al frente del Ejecutivo estatal, Zeferino Torreblanca desconoció cualquier compromiso, asunto que llevó hasta el 2009, cuando en la lógica de las alianzas entre las izquierdas ésta se debería extender a Acapulco, con Walton al frente, el más popular ya, de las izquierdas. Pero Torreblanca decidió romperla, impulsando a la candidatura a su amiga y secretaria de Desarrollo Social, Gloria Sierra.

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La elección la ganó el priista Manuel Añorve Baños, antaño enemistado con Torreblanca, pero en el periodo en el que coincidieron como gobernador y alcalde volvieron a ser amigos, grandes amigos.

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Fueron 20 años de una disciplina en política, de forma profesional. Salía de su casa al punto de 10 para las 8 de la mañana. Un vaso con un contenido de fibras (“yo sin esto no funciono”), una jarra de agua de jamaica, unas pastillas de algo. En el camino, leía una síntesis breve de notas. Su eterna oficina estaba en uno de sus negocios, la gasolinera de La Diana. Se sabía cuando estaba por su equipo de seguridad afuera. Gente que llegaba sin cita, otras con audiencia. Políticos en ciernes o caídos en desgracia, personas con el pitazo de que ahí se ayudaba, aduladores, charlatanes, uno que otro bien intencionado. Era raro verlo de mal humor.

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El proceso electoral del 2015 encontró a un Luis Walton maduro, pleno, en sus casi 65 años. MC de Dante mantenía una alianza ya de varios procesos con el PRD, aunque Andrés Manuel López Obrador, el aliado, ya estaba conformando un nuevo partido, Morena. La dirigencia del partido la mantenían Los Chuchos (Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete), a quienes López Obrador ya enfrentaba por su caciquismo. Aunque ha pasado el desaguisado de la renuncia del segundo gobernador llegado con el registro de ese partido (Ángel Aguirre Rivero, por el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa), el PRD mantiene la hegemonía estatal, pues desde la Presidencia del priista Enrique Peña Nieto se acordó que el interino fuera un cercano al partido, el profesor universitario, con antecedentes en la izquierda radical de los setentas, Rogelio Ortega Martínez.
El PRI oscila entre decidirse por el ex alcalde de Acapulco, Manuel Añorve Baños, y el ex edil capitalino Héctor Astudillo Flores. El partido que preside el mexiquense César Camacho anuncia que, según sus encuestas, el candidato será Astudillo.
En el PRD hay la seguridad de retener –o mantener– por tercera vez, la gubernatura. Tienen sus encuestas. MC pide mano con Luis Walton. El PRD tiene un candidato natural, el ex funcionario zeferinista Armando Ríos Piter, quien inopinadamente defecciona, según porque de ser gobernador Los Chuchos lo manipularían. Entra una tercera en discordia, la ex diputada federal Beatriz Mojica. Delante de la mesa del gobernador Ortega se extienden las cartas de los escenarios que dibujan las encuestas: como partidos, PRD arriba del PRI. Como candidatos, Walton va arriba de Mojica. Los Chuchos, caracterizados por un patrimonialismo rapaz, descon-fían del acapulqueño y optan por la calentana que ha hecho carrera con ellos, allá en la Ciudad de México. La izquierda sale dividida. Resultados, el PRD no crece con Mojica y el PRI regresa al gobierno. Los votos de Walton, arriba del 8 por ciento, solo, les habría bastado para mantener el bloque en el poder. Morena, que debuta como partido recibió menos del 3 por ciento de los votos. Su candidato era un desconocido Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros.

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Con Ebrard, Walton debió entablar relación en algunas de las campañas de apoyo a López Obrador. O en todas, porque desde el 2006 nunca dejó de hacerlas. Ebrard armó una red de respaldos en el país a esas movilizaciones. En 2021 poco pudo hacer –y tampoco en 2015– cuando se dio lo de Félix Salgado y posteriormente lo de su hija Evelyn Salgado, lo cual contó con la venia del ya presidente López Obrador. Quizá Walton debió sentirse engañado por el presidente en sus aspiraciones a candidato a gobernador por Morena. Protestó por lo de la encuesta que decidió primero por Félix, y despues por Evelyn. Ya sin MC, sin estar plenamente en Morena, se mantuvo un tiempo a distancia, pero pronto se integró en los grupos de respaldo a Ebrard. A finales de 2022 era su hombre en Guerrero. Y a principios de 2023 su coordinador estatal. Un visible regreso en ciernes, de ser Ebrard el candidato presidencial de Morena, o de un bloque opositor o algo así. En eso estaba.

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Author: Madonna Wisozk

Last Updated: 11/06/2023

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